Thursday, April 19, 2007

sin novedad


DESCUBRI QUE NO ESTOY LOCO EN MI NUEVO HOGAR. EL MANICOMIO.

quiza la unica novedad es que cada dia estoy mas viejo, y que tengo nuevo cel, pero el numero es el mismo (que cosas tiene la vida).

a continuación un fragmento de "relatos de una vida vil". manden comentarios y dinero para seguir estimulando mi creatividad perrines.

ah, si otra novedad, ya pase el ceneval....

Cuando encontraron a aquel ser vil y despiadado como pocos habían en el mundo, ya había consumado su obra. Lo único que atino decir fue:
- vaya que tardaron en atraparme.
77 victimas en su haber, 77 años tenía él. Prácticamente un anciano, un vejestorio total, aunque no lo pareciera.
Durante su confesión se mostró calmado y sereno. No había ninguna seña de arrepentimiento en su semblante. Es más creo que lo disfrutaba. Le encantaba recrear esos momentos en los que torturaba a su víctima y después disfrutaba del escape de su alma del cuerpo.
“les explicaré todos los detalles que necesiten saber, a fin de cuentas estoy acostumbrado a decir la verdad siempre.
Recuerdo que desde niño nací y creci normal. Mis padres me querían, me adoraban. Como no quererme si era hijo único. Yo también creía que los quería, o eso me hacían creer. En fin. Siempre se sorprendieron por mi precocidad (y aún sigo siendolo, siete sucusiones y mecos). Aprendí a caminar, según ellos a los 6 meses de edad. A leguas se veía que sería un niño prodigio o de esos que rapidamente se desarrollan y que pocas veces se ve en la vida. Mi madre orgullosa siempre me presumía ante sus vecinas y comadres “mi niño es el más chingón de todos, no que sus niños pendejos…”. Yo me sentía bien al lado de mi progenitora. Ella siempre me decía: “eres igualito a tu padre, igual de inteligente”. Al menos hasta ahora sabía que ese señor esposo de mi madre había repetido cuatro veces el primero de kinder, y con trabajos forzados terminó la primaria; en esos tiempos el trabajaba de pepenador. Siempre que me llevaba me gustaba jugar con la basura y visceras de animales muertos que hubiesen olvidado en aquel lugar. Era entonces cuando comprendía que ese no era mi padre biológico, pero aún así lo quería, o eso creía.
Yo creo que cada quien nace con el destino escrito, y vaya que el destino es tan caprichoso, a veces hasta parece injusto, pero que podemos hacer nosotros para oponernos. Creo incluso que los que se suicidan no es por su voluntad sino por deseos del destino. Mi destino estaba escrito, fui bien educado, eso creo, pero mi alma era perversa según decía la gente, la chusma. Estaba ya también predestinado a este fin, a mis 77 años de edad ser atrapado en mi último delito, según su ley.
Muchos recuerdos llegan desde mi infancia. Recuerdo por ejemplo, que mientras los demás niños eran felices jugando carritos, futbol o cánicas, yo era feliz leyendo. Empezé a leer las novelas que mi padre en aquel entonces leía. “historias de traileros” y “las maestras” eran sus títulos preferidos. A mi se me hacían entretenidas, cómicas esas historietas. Aunque después descubrí un poco de lectura un poco más refinada. Imaginese a un niño leyendo a Carlos Marx, en lugar de estar leyendo a Capulina. Muchos autores, que la verdad me da mucha flojera recordar fueron mis maestros. De entre ellos recuerdo a un tal marqués, un tal marqués de Sade. Leía sus historias y al principio sentía escalofríos, aunque después me animaba seguir leyendo y me adentraba aún más, creo que hasta me excitaba (obviamente no sexualmente, porque los niños normales como yo no pensamos en eso a la edad pueril). Otra de mis diversiones era observar los programas de televisión donde destazaban y azotaban animales
Se ha puesto a pensar oficial, que mucha gente vive de recuerdos, pensando en lo que fueron o dejaron de ser; muchos se arrepienten de algunas cosas, algunos de muchas. Piensan que si hubieran hecho tal o cual cosa tal vez su inmunda vida hubiese sido mejor. Obviamente no tiene ningún sentido perder su tiempo en esos detalles, ya que no se puede hacer absolutamente nada. Y para que, si como le repito, nuestro destino ya está hecho. Solo nos falta recorrerlo, y que mejor que disfrutarlo al hacer el trayecto.
Si, se que me estoy desviando un poco del tema principal, pero quiero por lo menos dejar un poco de enseñanza a mi víctima 78. acaso no lo entiende, noto el miedo que me tiene en sus ojos.
Bueno, prosigamos. Sobre mi primer víctima. Vaya que puedo decirle. Fue casi accidental. El cayó sobre mi cuchillo, en realidad no fue mi culpa. Si lo deseaba, pero no era en realidad mi intención.
Era el siguiente invierno después de mi tercer grado de primaria. Ese día regresé temprano de la escuela, porque mi profesora había sido arrollada cuando había salido a comprarse una torta de la tienda de la esquina; por lo que ni avisé en mi casa, para darle una sorpresa a mi madre. El sorprendido fui yo al observar otra silueta junto la de mi madre abrazándola y besándola; obviamente mi padre no podía ser porque el éstaba trabajando. Quedé inmóvil, boquiabierto, quizá espantado por lo que veía, era algo nuevo para mi. Lo peor fue cuando entré a la habitación, quien era ese ser extraño que trataba de esa manera a mi madre. “Gime perra”, salían de la boca de ese hombre de aproximadamente 40 años, 10 más que mi madre. Mi madre se sorprendió al verme y empezó a gritar mi nombre: “No, pendejo, no es lo que crees”. Yo corrí hacia la cocina. Ese lugar siempre me proporcionaba alivio. No por el olor aceitoso que guardaba siempre en sus paredes, ni porque sabía que mi madre guardaba celosamente el dinero en un estante de la cocina. No, no por eso me relajaba. A mi me encantaba ver el brillo de la platería, de las cucharas, y especialmente la de los cuchillos. Al verme reflejado en ellos sentía que era yo el reflejo, y seguiría resguardado mientras conservaran su bendito filo. Fui entonces a la cocina con la esperanza de paz y sosiego en esa situación de alerta. Tentaba yo el cuchillo cebollero cuando entro mi agitada madre a la cocina gritando “deja ese puto cuchillo, hijo de puta”. Yo estaba absorto en mis pensamientos y en mi reflejo, cuando entró su amante diciendo: “déjalo mi vida (¿mi vida?, que no era yo su vida), hay que esperar a que se calme”. “Qué se calmen mis huevos”, dijo mi madre. El señor trató de acercarse, cuando de repente tropezó con una servilleta grasienta que había tirado yo en la mañana durante el desayuno. Y el destino fue inevitable. Cayó directo sobre el filo del cuchillo bendito, su corazón se estremeció, dentro de su caja torácica, desangrándose profusamente, dando sus últimos pálpitos extinguiendo la vida del amante, el cual me enteré poco después era mi padre verdadero, me lo dijo mi madre en el último momento de su vida. Un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la cabeza a la punta de los pies, después la sensación de placer que había sentido anteriormente, pero en estos momentos magnificada enormemente. En realidad lo disfruté, si, lo disfruté; aunque en ese momento me dio miedo disfrutarlo.
Se preguntará que hicimos con el cuerpo después. En realidad no tiene nada de científico, ya que lo llevamos al trabajo de mi padre y lo hicimos perdidizo. Afortunadamente, según me informó mi madre, el hombre no tenía familia, por lo que nadie podría reclamar el cadáver. Mi madre me protegió, no le dijo nada a nadie. Incluso pudo persuadir a la vecina de las acusaciones, ya que ella era la único testigo que siempre espiaba la casa en busca de chismes nuevos. Nadie supo, solo ella y yo. Ni mi padre podría saberlo (digo, el esposo de mi madre). Al tiempo después encontraron el cadáver en el tiradero de basura. Afortunadamente en este país el sistema de justicia no sirve y pues nunca encontraron ni siquiera la causa de la muerte. Pobres sonsos.
¿Usted ha matado a alguien oficial?. Yo se que sí. Ha sentido ese bienestar que da terminar con algo que simplemente no sirve y no funcionará nunca. Esa fue mi sentimiento, me sentí útil, al terminar con lo inútil.

continuara...